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Rivista di etica e scienze sociali / Journal of Ethics & Social Sciences

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09 sugastti 1

 

09 sugastti El evento internacional organizado y dirigido por y para jóvenes de todo el mundo para repensar la economía a nivel global por un mundo más justo, ha traído muchas reflexiones útiles para la cooperación internacional, que ha tomado distintas formas a lo largo de los años, pero aún está lejos de proponer una respuesta adecuada a las necesidades más urgentes y necesarias para la humanidad, como la eliminación del hambre, por poner sólo un ejemplo. En su mensaje al final de los tres días de encuentro virtual, el Papa ha tocado varios puntos que interesan directamente no solo a un nuevo sistema económico, sino también a una nueva forma de hacer cooperación para el desarrollo y a los cuales se hará referencia. El primero de todos: la cuestión institucional. Francisco ha repetido textualmente dos veces las palabras de Benedicto XVI: “el hambre «no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional». Si son capaces de resolver esto, tendrán el camino abierto para el futuro” (Francisco 2020).

La cuestión institucional se refiere según las ciencias sociales, a aquellos modelos de comportamiento que tienen un carácter normativo para las personas y que pueden ser de tipo informal, cuando nacen de las costumbres o las tradiciones, o de tipo formal, cuando se originan en los poderes del Estado (Volpi 2007). Pero sobre todo se refieren a cómo determinados tipos de comportamiento se van consolidando hasta ser reconocidos como formas aceptadas en una sociedad, ya sea en la cultura o en las leyes. Entonces, el punto crucial hace referencia a abrir nuevos caminos en el modo en que nos comportamos, para ir cimentando aquellos que sean más útiles al bien de todos. Ciertamente es fácil decir que faltan recursos económicos para esta u otra intervención en la lucha contra la pobreza, pero es necesario y urgente rever también nuestro comportamiento a todos los niveles y en los distintos ámbitos de nuestra realidad social para lograr una mayor incidencia e impacto. En el aspecto económico, la “Nueva Economía Institucional” ha buscado insertar las instituciones en los modelos económicos, y la economía de la información, “ha evidenciado los límites del paradigma neoclásico y propuesto el estudio de las instituciones, de su funcionamiento, su transformación y su rol en los cambios estructurales de una economía, adquiriendo un lugar importante sea en la teoría como en la política del desarrollo” (Volpi 2007: 86), es decir, que hoy no podemos evadir afrontar la cuestión institucional.

Los distintos niveles de desarrollo económico de los países han sido motivo de diversos estudios, y se ha visto cómo la aplicación de las fórmulas económicas de los países ricos no han funcionado en los países en vías de desarrollo, ni las fórmulas de los organismos internacionales para la recuperación de las economías pobres han traído el tan ansiado desarrollo. Una de las causas, importante pero no la única, ha sido exactamente la cuestión institucional, pues el cambio de una sociedad agrícola tradicional, o una con una industrialización incipiente (en vías de desarrollo) a una capitalista con producción de masas, implica la introducción de nuevas instituciones sociales que deben penetrar y ser aceptadas como ventajosas si se desea que tomen vida (Volpi 2007). En este proceso global hacia una economía capitalista, surgen muchas preguntas: ¿cómo hacerlo sostenible?, ¿cómo realizarlo sin pisotear violentamente la tierra, los pueblos y sus culturas, sino realizándolo de un modo más humano, justo y sostenible?

La cuestión institucional atañe también a los demás campos de acción, como el político, el jurídico, el de la cooperación internacional. Rosalind Eyben señalaba en Relationships for Aid (2006) la necesidad de un cambio de comportamiento en los distintos niveles institucionales de la cooperación internacional para superar los dilemas y las incoherencias en la red de relaciones de la ayuda para el desarrollo, desde los más altos niveles de las organizaciones internacionales a las organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil. En particular Eyben sugiere superar las estructuras burocráticas de la ayuda e ir en búsqueda de un contacto directo con la realidad dinámica de las relaciones que puedan traer aprendizajes que sólo se obtienen en los espacios complejos de la vida.

¿Cómo hacerlo entonces?. Justamente este mensaje de Eyben viene a corresponder con otro aspecto importante: es necesario una cultura nueva, la cultura del encuentro, que el Papa ha mencionado en su discurso y que ha reconocido y felicitado a los jóvenes participantes de Economy of Francesco por haberlo utilizado como método de construcción del encuentro internacional antes y durante las tres jornadas de noviembre: “Vivieron la tan necesaria cultura del encuentro, que es lo opuesto a la cultura del descarte” y explica que encontrarse es un paso fundamental para cualquier transformación, para gestar una nueva mentalidad cultural. Esa es la base para un cambio institucional, encontrarse para “gestar” nuevas mentes, hacer cultura y por ende incidir en la economía, en la política, en lo social, pues “no será posible comprometerse con grandes cosas sólo desde una perspectiva teórica y/o individual...” (Francesco 2020).

También ha dicho que no estamos obligados a tolerar el actual sistema económico que pone en primer lugar la búsqueda del interés particular y del beneficio ignorando el costo humano, social y ambiental que eso genera. Es hora de realizar un cambio estructural pues ya no basta siquiera buscar “paliativos en el tercer sector o en modelos filantrópicos”, es decir, necesitamos cambios profundos en distintos campos: económico, político, jurídico, educativo, etc. para devolver dignidad a las personas. Los puntos sucesivos que ha indicado son importantes para el tercer sector respecto a la forma de operar, como la inclusión de los últimos en el debate y en el aspecto decisional de las acciones, superando la lógica meramente asistencialista que todavía existe y la necesidad de pensar en nuevos modelos de desarrollo capaces de cambiar estructuralmente el sistema global para una verdadera lucha contra la pobreza.
Una transformación que puede ser inspirada y realizada a partir del “principio olvidado” (Baggio 2007) del tríptico de la revolución francesa: la fraternidad universal. De hecho, pensar en nuestras sociedades partiendo desde una lógica de la fraternidad universal, significa además de establecer relaciones de horizontalidad y paridad, la comprensión de todos sin excluir a nadie, midiendo la efectividad de nuestras acciones a partir de la situación de los más débiles, los más vulnerables como lo recordaba también el Pontífice. Las relaciones de paridad, implica dar voz a los excluidos por el sistema, devolviéndoles el espacio que les corresponde en las mesas de debate y decisión (Francesco 2020). Este principio se ha convertido en el foco principal de la última encíclica del Papa Francesco “Fratelli tutti”, donde resuena de nuevo la voz de Francisco de Asís: “hermanos, hermanas”, y donde la reflexión sobre el Buen Samaritano muestra las características de esta forma de fraternidad, que no hace distinción de estatus social, color de piel, origen, etc. sino que reconoce la propia vulnerabilidad y dignidad en el otro y no queda indiferente ante el sufrimiento. Un concepto ampliado de fraternidad basado en el reconocimiento de la dignidad de todo ser humano de forma incondicionada.

Como un adelanto a este mensaje, en el primer día del evento de Economy of Francesco un ejemplo de este tipo de acción ha sido presentado por los jóvenes del movimiento ATD cuarto mundo (o cuarto “orden”, ATD por su acrónimo en francés “Aide a Toute Détresse”). Con el título “Escuchando el grito de los pobres para transformar la tierra”, tres jóvenes presentaron algunas pistas de reflexión, como la necesidad de poner al centro de las intervenciones a la persona y a la naturaleza sin dejar a nadie afuera. El primero de ellos contó cómo en contacto directo con personas en situación de vulnerabilidad social, ven la dura realidad en que viven, sobre todo por las fuertes incoherencias con las que deben lidiar en la sociedad. Los jóvenes en particular, desde que son niños están forzados a competir y se les exigen determinadas capacidades y conocimientos a los cuales no pueden acceder por la limitación de oportunidades. Por eso, para salir de este círculo vicioso, el primer paso que han encontrado en el movimiento ATD es el de: “reflexionar juntos, compartiendo nuestras experiencias de vida y las ideas para encontrar soluciones”, de nuevo aquí una cultura del encuentro.

Un segundo joven conectado desde la República Democrática del Congo habló sobre la grave crisis en que viven muchas personas y cómo el sistema económico afecta al ambiente y los más pobres, siendo estos últimos las víctimas directas de las catástrofes naturales pues se ven obligadas a vivir en espacios poco adecuados, peligrosos y más propensos a ser afectados por los fenómenos naturales provocados por el cambio climático. También compartió cómo los gobiernos corruptos, y aquí vuelve el tema institucional, dificultan aún más los esfuerzos para mejorar la situación social, todo lo cual se ha visto agravado por el tema del coronavirus que ha generado no solo una crisis sanitaria sino también económica y social a causa de la inexistencia de sistemas de seguridad social en los países en vías de desarrollo. La explotación y el aumento de la acción de las mafias aumenta ante la falta de control y la gran necesidad de miles de personas. Cerrando su comunicación expresó: “la miseria sería entonces una fatalidad, pero no lo creemos, porque la miseria es obra de los hombres y solo los hombres pueden eliminarla como decía Padre Joseph Wresinski” (fundador del movimiento).

Una joven al final compartió que la acción del movimiento en la lucha contra la pobreza se basa en encontrar a las personas que viven en la pobreza directamente para escucharlos y crear con ellos posibles soluciones. Han generado así espacios para la investigación colectiva entre estudiosos universitarios, trabajadores sociales de ATD y las personas en situación de vulnerabilidad social en un plano de igualdad, pues cada uno tiene conocimientos particulares para compartir y enriquecer visiones, creando así lo que denominan una “inteligencia colectiva” (The Economy of Francesco)

Y este tipo de experiencias compartidas en el evento ha sido uno de los pedidos del Papa: “Es tiempo, queridos jóvenes […] de arriesgarse a propiciar y estimular modelos de desarrollo, progreso y sustentabilidad donde las personas, pero especialmente los excluidos — en los que incluyo la hermana tierra — dejen de ser, en el mejor de los casos, una presencia meramente nominal […]. Esto no es algo nominal: están los pobres, los excluidos… No, no […]. Es hora de que se conviertan en protagonistas de su vida y de todo el tejido social. No pensemos por ellos, pensemos con ellos”.

Crear modelos de desarrollo que pongan como prioridad al hombre y a la madre tierra, donde la medida esté determinada por el sufrimiento de la humanidad, que tengan en cuenta al hombre en todas sus dimensiones, es decir donde lo material no sea el único aspecto a ser considerado olvidando las distintas dimensiones del ser (un desarrollo humano integral) y sin dejar a nadie atrás es el gran desafío y lo es seguramente para todas las dimensiones disciplinares (Francesco 2020).

Y en esta perspectiva global, internacional, recordó también que cuando tocará estar en lugares estratégicos, no se debe olvidar otro de los grandes problemas estructurales de la villa global: los sistemas crediticios que someten a pueblos enteros a una “mayor pobreza, exclusión y dependencia” (Francisco, 2020). Respecto a este punto, ya la Pontificia Comisión «Iustitia et Pax» en 1986 había expresado en un documento reflexiones importantes sobre la deuda de los países en vías de desarrollo y proponía como única salida la solidaridad internacional y la corresponsabilidad (Pezzimenti 2013). Entre los puntos tratados sobre la deuda, se ponía en evidencia en primer lugar cómo ciertas circunstancias externas afectaban a los países en vías de desarrollo para el cumplimiento de sus pagos y sobre los cuales no tienen responsabilidad como la caída del precio de las materias primas a causa de la especulación en los mercados financieros de los países desarrollados, la protección de los mercados y los subsidios a la agricultura de dichos países, la fluctuación de las tasas de cambio que afectan el valor de las monedas de los países en vías de desarrollo, el aumento de las tasas de interés de las deudas sin un acuerdo con los países deudores, que si hubiere acuerdo en una reorganización de los pagos en forma justa, podría no exasperar las economías más débiles y permitir atender acciones de desarrollo local. Por otra parte el documento ponía en evidencia que la crisis mundial afecta a todos, pero los más débiles pagan más caro y en general son los que tienen menos o ninguna responsabilidad. Se solicita además un acuerdo para lograr un comercio internacional que permita a los países en vías de desarrollo obtener ganancias y permitir así un digno desarrollo económico y social (Pontificia Comisión «Iustitia et Pax» 1986). El prof. Franco Volpi, en sintonía con este mensaje escribe:

La experiencia sugiere que las ayudas más efectivas que los países ricos podrían dar a los pobres son, además de los proyectos y programas dirigidos a favorecer la adquisición de derechos y habilidades para los sectores más desfavorecidos y marginados de la población, la eliminación de las barreras protectoras que, a pesar de la retórica del libre comercio, aún defienden con aranceles y subsidios la agricultura de la Unión Europea y Estados Unidos y las producciones industriales más expuestas a la competencia de los países recién industrializados, y una regulación de patentes que no cree y mantenga por largo periodo posiciones y rentas monopolistas (Volpi 2007, 160).

No solo los países más desarrollados tienen la obligación de impulsar acciones para ayudar a los países endeudados a salir de dicha situación y lograr su desarrollo, sino también las organizaciones financieras multilaterales y los propios países en vías de desarrollo que tienen un gran campo de acción a nivel local para mejorar. Dichos puntos tienen que ver con el mejoramiento de la gestión de los entes del Estado, el control de la inflación, el sostenimiento de la moneda, reformas fiscales, reforma agraria, el fortalecimiento de las instituciones, en particular en la lucha contra la corrupción (Pontificia Comisión «Iustitia et Pax» 1986).

En síntesis, entre las reflexiones más importantes para la cooperación internacional se encuentran la necesidad de realizar transformaciones estructurales profundas a nivel global con la colaboración de distintos sectores (económico, político, jurídico, educativo, etc.) y en los distintos niveles, sean estos locales, regionales e internacionales; esta transformación estructural necesita no solo de recursos materiales, sino sobre todo de recursos sociales que incidan a nivel institucional, promoviendo cambios de comportamiento y mentalidad a partir de una conversión personal y colectiva inspirados por el principio de la fraternidad universal. También se ha propuesto un método de acción: la cultura del encuentro, del diálogo, del respeto recíproco para crear nuevos modelos de desarrollo que contemplen al hombre en su integridad, en todas sus dimensiones materiales e inmateriales donde los más pobres tiene voz y voto. Por último, no olvidar que urge un nuevo pacto internacional para cambiar las grandes injusticias actuales en el sistema económico y político como lo son la deuda pública de muchos países y las reglas del comercio internacional que hoy benefician a las economías más fuertes. Estos son algunos de los argumentos que el evento Economy of Francesco y el mensaje final del Papa han propuesto y servirán para una mayor profundización especialmente en el campo de la cooperación para el desarrollo.

 

Lia Guillén Sugastti

 

 

Bibliografia1


Baggio, A. (2007), Il principio dimenticato. La fraternità nella riflessione politologica contemporanea, Città Nuova, Roma.
Eyben, R. (2006), Relationships for Aid. Earthscan, New York.
Francesco (2020), Carta encíclica Fratelli tutti, http://www.vatican.va/ [acceso 18 marzo 2021].
Francisco (2020), Encuentro internacional en línea: “La economía de Francesco – Los jóvenes, un pacto, un futuro, http://www.vatican.va/ [acceso 18 marzo 2021].
Pezzimenti, R. (2013), Il pensiero politico del XX secolo: la fine dell’eurocentrismo, Rubbettino, Soveria Mannelli.
Pontificia Comisión «Iustitia et Pax» (1986), Al servicio de la comunidad humana: una consideración ética de la deuda internacional, http://www.vatican.va [acceso 18 marzo 2021].
The Economy of Francesco, International event 2020 - 19/11 – Italian (2020), Video online, https://www.youtube.com/ [acceso 18 marzo 2021].
Volpi, F. (2007), Lezioni di economia dello sviluppo, 2 ed., Franco Angeli, Milano.

 

NOTE
1 En este escrito, para los textos no traducidos al español se ofrece una traducción propia.

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